La amenaza narco-disidente se reorganiza
en la frontera norte.
Mario R. Pazmiño S.
Algunos
analistas consideraban que la muerte de Walter Patricio Arizala, alias ‘Guacho’,
iba a permitir una relativa estabilidad y la reducción de los índices de
inseguridad y violencia que azotaban a los departamentos fronterizos de Nariño
y Putumayo en Colombia.
Sin
embargo, las estimaciones se contraponen con los escenarios actuales. Ahora existe
un reacomodo de las amenazas, del incremento de los combates entre facciones, una
presión constante de las Fuerza Pública colombiana contra las estructuras
delictivas y un incremento de las actividades de narcotráfico en la frontera
colombo-ecuatoriana.
El
proceso de paz en Colombia no contribuyó a reducir los niveles de inseguridad,
sino más bien facilitó la proliferación de estructuras delictivas que se
autodenominaron ‘Disidencias’. Ellos son quienes veían el acuerdo como una
amenaza a su actividad de narcotráfico, lo que les dejaba millonarias
ganancias. En este esquema del crimen organizado transnacional hace su
aparición el grupo Oliver Sinisterra, auspiciado por el Cartel de Sinaloa, de
México, quienes pretendían consolidar su control territorial, imponiendo el
miedo y la violencia en una de las zonas cocaleras más importantes de Colombia.
Desde
el aparecimiento de Oliver Sinisterra se genera una confrontación permanente
con otro grupo denominado ‘Guerrillas Unidas del Pacifico’, comandado por alias
‘David’, quien tenía como respaldo al Cartel del Golfo. La lucha fue
encarnizada por ganarse el control de las rutas, laboratorios y las
plantaciones de coca, estos combates generaron una gran cantidad de muertes
civiles, desplazados y una migración importante hacia Ecuador, con las
repercusiones socioeconómicas que este fenómeno genera.
Lo
que no conocían las autoridades es que en la clandestinidad existía otro actor
mucho más astuto y peligroso. Un comandante guerrillero denominado ‘El Contador’,
que dio origen a otra disidencia que lleva su alias ‘Los Contadores’ y, que a
su vez, controlaba a los grupos Oliver Sinisterra y Las Guerrillas Unidas del
Pacífico. ‘El Contador’ es un narcoterrorista mucho más experimentado y que se
movía fuera del radar de las autoridades para mantener su negocio ilícito a
salvo.
Con
la muerte de ‘Guacho’, comandante del Frente Oliver Sinisterra en diciembre del
2018, y de ‘David’, comandante de las Guerrillas Unidas del Pacífico en
septiembre del 2018, el grupo ‘Los Contadores’ amplían su control e influencia en
el negocio de narcotráfico en el departamento de Nariño. Ellos sirven a los dos
carteles mexicanos Cartel de Sinaloa y El Cartel del Golfo. El grupo ‘Los
Contadores’ ha incrementado su pie de fuerza para poder mantener su control
territorial, se estima que tiene entre 250 y 350 hombres. De hecho, las últimas
capturas de explosivos en la frontera colombo-ecuatoriana y de cargamentos de
armamento que vienen desde Perú son para mantener el nivel de operatividad de
este grupo disidente.
Esto
indica que las amenazas para Ecuador no se han eliminado, ni se han reducido.
Los tentáculos siguen ampliando su control territorial y el negocio de
narcotráfico. Colombia, a través de la Fuerza de Tarea Conjunta Hércules,
continúa ejerciendo una presión constante sobre estas estructuras narco-delictivas
empujándolas hacia la frontera con Ecuador. El propósito es sacarlas de su zona
de confort y de las plantaciones de coca para poder iniciar la segunda fase de la
estrategia antinarcóticos: la fumigación de miles de hectáreas cocaleras.
Por
ello, la peor decisión del gobierno de Lenín Moreno sería retirar la Fuerza de
Tarea Conjunta ‘Esmeraldas’, que constituye el escudo para nuestra soberanía y
garantía de una relativa seguridad en la frontera.