lunes, 24 de agosto de 2015

Triunfó la desunión

Triunfó la desunión 

Crnl. Mario R. Pazmiño Silva

El gobierno de Rafael Correa ha manejado muy bien los escenarios políticos y a los actores sociales a lo largo de su administración y en las protestas de los últimos tres meses. Esto le ha permitido fraccionar cualquier intento de unidad y manipular a las organizaciones sociales e indígenas para que confronten entre sí, mientras él ha corregido y fortalecido su posición.

Parte de su estrategia son sus discursos incendiarios, en los que llama traidores a sus principios a quienes intentan acercarse y consolidar posiciones comunes. Ejemplos: ha dicho que Guillermo Lasso financiaba las marchas, que Jaime Nebot apoyaba el paro, que los indígenas le hacían el juego a la derecha, que la marcha era una fanesca ideológica y que eran las mismas fuerzas que destruyeron al país quienes se juntan para generar “un golpe blando o un proceso de desestabilización”.

Esta estrategia de desinformación y fraccionamiento ha provocado la inocente respuesta de las organizaciones indígenas y sindicales, que se han dedicado a marginar a otros actores sociales que han resistido las arremetidas del ejecutivo sin ceder. A ellos se los ha dejado de lado por no ser indios o sindicalistas, con lo cual renuncian a la razón de ser de la protesta: la reivindicación nacional. Esta no es una lucha ideológica, es de todos, sean de izquierda, de derecha, indios, mestizos, blancos, negros, pobres, ricos, hombres, mujeres… quienes quieren salvar lo que queda de este país.

Los dirigentes indígenas y sindicalistas que se instalaron en el parque del Arbolito pidieron a los quiteños que se sumen a sus reclamos, pero que solo lo hagan los de izquierda, porque los otros no eran bien vistos. Parecería que ellos olvidaron –y que el presidente Correa se los ha recordado en varias ocasiones- que en las últimas elecciones alcanzaron el 2% de la votación nacional y que, además, Correa se hizo eco de parte de su discurso y de su estructura organizativa para alcanzar el poder.

Es hora de madurar como sociedad y también políticamente, de poner los pies sobre la tierra: ningún movimiento político, cualquiera que sea su ideología, va a poder sentar al gobierno a negociar, porque perdió estratégicamente un elemento esencial: la Fuerza, que se logra con la unidad.

La conclusión de esta protesta, que fue anunciada con bombos y platillos, es que triunfó la desunión y que el gobierno se fortaleció, por el sectarismo de algunos dirigentes que creyeron que por ser de izquierda van a cambiar el país.


Ecuador no cambiará y este gobierno se consolidará a nuestro pesar si no entendemos que la resistencia no puede tener una bandera ideológica y que solo la unión es la estrategia viable.  Hay que romper con estos paradigmas, caso contrario se seguirá haciendo el juego al gobierno, que maneja con habilidad “el divide y reinarás”.

domingo, 9 de agosto de 2015

“Un pueblo fraccionado y desinformado”, la estrategia de Correa

“Un pueblo fraccionado y desinformado”, la estrategia de Correa

Mario R. Pazmiño Silva

“Divide y reinarás” decía Nicolás Maquiavelo en su libro El Príncipe y eso es justamente lo que hace Rafael Correa en el país. Para este gobierno de la supuesta revolución que refundaría la Patria, no podemos llamarnos ecuatorianos sin primero identificarnos a qué corriente ideológica pertenecemos (izquierda, derecha o centro). Esta división es fundamental para enfrentar a la sociedad entre sí, mientras el gobierno busca alternativas para paliar la crisis económica y social que existe.

Con el aparato propagandístico gubernamental que está en funcionamiento es fácil culpar a la partidocracia de todos los males habidos y por haber del país y no mencionar que Alianza País lleva casi nueve años en el poder. 

La estrategia de Rafael Correa, un caudillo populista mal llamado socialista, entonces, es el enfrentamiento entre ricos y pobres, indios y mestizos, militares, policías y pueblo, costeños y serranos, izquierda y derecha… Todo grupo social que presente un indicio de discrepancia con la política gubernamental tiene necesariamente que ser dividido.

Correa, sin duda, ha dividido al movimiento indígena y a la oposición. Les ha insultado y descalificado, pero también ha creado organizaciones paralelas para desmovilizar a sindicatos, maestros, estudiantes, jubilados, médicos, militares y policías..., pero también para intentar generarse más apoyo. ¿Acaso no hemos visto los llamados desesperados para que le defiendan de un supuesto golpe blando, de intentos de derrocamiento y conspiraciones maquiavélicas? 

Este triunfo de Correa también es responsabilidad de los ecuatorianos. Hemos caído en el juego de poner por delante nuestras diferencias ideológicas. Antes, lo primero era nuestra Patria, nuestro Ecuador, en donde nacimos, el país que nos cobijó.

Somos testigos de la destrucción de nuestro país, de ahí que es imperioso dejar esas divisiones que nos separan y pensar en salvar lo poco que nos queda, desde una perspectiva nacionalista.  Esto implica definir nuestros objetivos y prioridades como país.

Para ello, los partidos políticos son importantes, a través de ellos construimos la democracia, recogemos los criterios diversos de una sociedad, los procesamos.   Es el momento de unir fuerzas y no desunir, de extender la mano a todo hermano ecuatoriano que quiera cambiar nuestro país. Recordemos la frase del Gral. José de San Martin: “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido excepto no defenderla”. 
  

De seguir por el camino trazado por Correa, lamentablemente podremos llegar al enfrentamiento entre hermanos. En ese escenario no importa si hay heridos o muertos, solo interesa perennizarse en el poder y mantener su supuesta lucha revolucionaria. ¿Lo permitiremos?

lunes, 29 de junio de 2015

Calentamiento de calles, ¿principio o fin?

Calentamiento de calles,  ¿principio o fin?

Mucho se ha dicho y escrito en Ecuador, estos últimos días, con relación a las convocatorias a las marchas realizadas en la mayoría de las ciudades del país, donde se han lanzado consignas contra el gobierno. También se ha escrito sobre el argumento retórico del gobierno sobre las causas de las mismas.
El malestar social no es protagonizado por uno ni de diez pelagatos, como los califica quienes se quieren perennizar en el poder. Se trata de una marea incontenible de descontentos que comienzan a hacer tambalear las estructuras de la opresión gubernamental.
Pero mi afán no es hacer una apología de las protestas sino más bien tratar de comprender este nuevo término, que hoy llena la boca de varios funcionarios públicos, para justificar lo que ellos llaman un proceso de desestabilización en marcha.
Se trata del “calentamiento de las calles”, como una supuesta estrategia de la oposición para descontextualizar la protesta social. Según el gobierno, eso es ilegal porque afecta a sus intereses y genera un clima de tensión social.  Pero,  ¿es verdaderamente el denominado “calentamiento de calles” una estrategia para desestabilizar al gobierno o simplemente se utiliza este término para descalificar o persuadir a la población de que su derecho a la protesta es ilegal?
El término “calentamiento de calles” nace desde muchos años atrás cuando las sociedades sometidas por gobiernos totalitarios deciden revelarse y salir a protestar amparados en su derecho a la resistencia. Son movilizaciones pacíficas y demostrativas del descontento de un pueblo con los que acaparan el poder, donde piden rectificaciones.
Gran parte de estas estrategias las utilizaron los mismos que hoy las critican para sacar del poder a gobernantes que no cumplían con las aspiraciones de una sociedad: el levantamiento contra los presidentes Jamil Mahuad, Abdala Bucarán y Lucio Gutiérrez. En este último caso, la mayoría del gobierno, incluido el actual presidente, participó en el derrocamiento y salida de quien ostentaba el poder en esos días, utilizando esta estrategia de “calentamiento de calles”. Recordemos las apoteósicas arengas del periodista de Radio La Luna pidiendo al pueblo de Quito salir para derrocar al presidente de ese tiempo. Esas acciones ¿no se encontraban dentro de la definición de “calentamiento de calles” o solo se las denomina así cuando están en contra de las políticas de oprobio del actual gobierno? 

Este término, que se ha hecho popular en el argot político nacional, no representa otra cosa que el temor de los gobernantes al escrutinio público por sus actos o medidas dictatoriales contra quienes los eligieron y a los que juraron defender. Hoy sus mandantes les exigen una rendición de cuentas y el salir a las calles es una forma de rechazo a las medidas antipopulares, es su forma de demostrar descontento. En suma, el término “calentamiento de calles” es la materialización de un rechazo social amparado en su derecho a la resistencia que pregona la actual Constitución del Estado; sin embargo, para quienes ostentan temporalmente el poder es una forma de desestabilización, tal vez recordando sus pasos y acciones cuando calentaban las calles para derrocar a otros presidentes… Un viejo argot popular dice: “No hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti”.