lunes, 29 de junio de 2015

Calentamiento de calles, ¿principio o fin?

Calentamiento de calles,  ¿principio o fin?

Mucho se ha dicho y escrito en Ecuador, estos últimos días, con relación a las convocatorias a las marchas realizadas en la mayoría de las ciudades del país, donde se han lanzado consignas contra el gobierno. También se ha escrito sobre el argumento retórico del gobierno sobre las causas de las mismas.
El malestar social no es protagonizado por uno ni de diez pelagatos, como los califica quienes se quieren perennizar en el poder. Se trata de una marea incontenible de descontentos que comienzan a hacer tambalear las estructuras de la opresión gubernamental.
Pero mi afán no es hacer una apología de las protestas sino más bien tratar de comprender este nuevo término, que hoy llena la boca de varios funcionarios públicos, para justificar lo que ellos llaman un proceso de desestabilización en marcha.
Se trata del “calentamiento de las calles”, como una supuesta estrategia de la oposición para descontextualizar la protesta social. Según el gobierno, eso es ilegal porque afecta a sus intereses y genera un clima de tensión social.  Pero,  ¿es verdaderamente el denominado “calentamiento de calles” una estrategia para desestabilizar al gobierno o simplemente se utiliza este término para descalificar o persuadir a la población de que su derecho a la protesta es ilegal?
El término “calentamiento de calles” nace desde muchos años atrás cuando las sociedades sometidas por gobiernos totalitarios deciden revelarse y salir a protestar amparados en su derecho a la resistencia. Son movilizaciones pacíficas y demostrativas del descontento de un pueblo con los que acaparan el poder, donde piden rectificaciones.
Gran parte de estas estrategias las utilizaron los mismos que hoy las critican para sacar del poder a gobernantes que no cumplían con las aspiraciones de una sociedad: el levantamiento contra los presidentes Jamil Mahuad, Abdala Bucarán y Lucio Gutiérrez. En este último caso, la mayoría del gobierno, incluido el actual presidente, participó en el derrocamiento y salida de quien ostentaba el poder en esos días, utilizando esta estrategia de “calentamiento de calles”. Recordemos las apoteósicas arengas del periodista de Radio La Luna pidiendo al pueblo de Quito salir para derrocar al presidente de ese tiempo. Esas acciones ¿no se encontraban dentro de la definición de “calentamiento de calles” o solo se las denomina así cuando están en contra de las políticas de oprobio del actual gobierno? 

Este término, que se ha hecho popular en el argot político nacional, no representa otra cosa que el temor de los gobernantes al escrutinio público por sus actos o medidas dictatoriales contra quienes los eligieron y a los que juraron defender. Hoy sus mandantes les exigen una rendición de cuentas y el salir a las calles es una forma de rechazo a las medidas antipopulares, es su forma de demostrar descontento. En suma, el término “calentamiento de calles” es la materialización de un rechazo social amparado en su derecho a la resistencia que pregona la actual Constitución del Estado; sin embargo, para quienes ostentan temporalmente el poder es una forma de desestabilización, tal vez recordando sus pasos y acciones cuando calentaban las calles para derrocar a otros presidentes… Un viejo argot popular dice: “No hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti”.