¿La Cúpula Militar defiende al país o un partido político?
Crnl. ® Mario R. Pazmiño S.
“Cuando
la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla” No hay
mejor frase que esta, la del Gral. San Martín, para iniciar una reflexión muy importante
en estos días, en donde los intereses personales están por encima de los
principios éticos y morales que deberían adornar a un militar.
Es verdad que
los soldados vivimos de tradiciones y simbolismos, por eso, para nosotros, el
juramento de defender nuestra Patria es lo más sagrado. Defenderla no solo
significa su soberanía o su integridad territorial, implica también velar por
nuestros conciudadanos, defender sus derechos y sus libertades, los principios
democráticos y la Constitución vigente.
No es misión
de un soldado defender una ideología trastocada, como la del Socialismo del
siglo XXI, o a un partido político o a un caudillo populista. Hacerlo implica
la destrucción de la democracia, convertir a nuestras gloriosas Fuerzas Armadas
en milicias partidistas o fuerzas de choque que atenten contra nuestro pueblo.
La obediencia
ciega de las órdenes no exime de responsabilidad. Algunos creen que por
ostentar un grado y un cargo pasajero dentro del mando militar e inclinar su
cerviz ante el dictador les librará del escarnio popular, institucional y
nacional, pero están equivocados. Serán una deshonra permanente para
las Fuerzas Armadas, que les confió su destino y su tradición, y para ellos
mismos por permitir que las humillen, las vejen, manteniendo un indolente
silencio y con la mirada al piso.
Líder no es
quien adula a sus jefes y sirve de alfombra para que pisoteen a la institución
que juraron defender. Es líder quien vela por sus compañeros y sus
subordinados, quien se preocupa por su bienestar y si fuera del caso pone
a disposición su puesto y sus prebendas por su institución; a esa persona sus
soldados lo siguen, sin que esté en servicio activo o pasivo; ellos saben que
jamás los va a traicionar.
Un mando
militar que pisoteó su institución para cobijarse bajo el estandarte de un
partido político no merece portar el uniforme de este Ejército vencedor; sus
acciones serán juzgadas y las generaciones venideras los colocarán como
referente de lo que es anteponer los beneficios personales antes que los
intereses nacionales.
Un general
que pide disculpas en el casino de un recinto militar al supuesto “comandante
en jefe”, cuando no pudo defender y permaneció callado mientras en su propia
casa humillaba a su Institución y compañeros de armas, no es digno de llamarse
Comandante General. Los militares sí vivimos de tradiciones y simbolismos, pero
sobre todo llevamos impregnado en nuestras mentes y corazones ese tricolor
sagrado que flamea por una Patria más digna y equitativa, de derechos y libertades
para nuestros compatriotas.
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