LA PAZ COLOMBIANA QUE INQUIETA A ECUADOR
Crnl.® Mario R. Pazmiño Silva
El conflicto
colombiano está llegando a su fin, según lo anuncia el gobierno del presidente
Juan Manuel Santos, hecho que toda la comunidad internacional celebra, porque
significa el cese de las hostilidades, donde el único afectado ha sido pueblo.
Pero, ¿qué implica para Ecuador este proceso donde hemos visto un sinnúmero de
altibajos en el cual no solo las partes involucradas participaron, sino también
otros países, organizaciones internacionales y actores políticos?
Primero
hagamos un rápido recorrido sobre las FARC-EP: nacieron en las montañas de
Marquetalia, con una visión de transformación político-social amparada en las
consignas ideológicas de un socialismo que para aquella época estaba en su
apogeo. Su accionar subversivo rápidamente le hizo dejar sus ideales de cambiar
el país e ingresar en la epidemia global del narcotráfico. Sus cinco décadas de
existencia ha sido nefasta, por los miles de muertos, heridos, secuestrados,
desplazados y porque hundió a Colombia en la violencia, la inseguridad y el
temor colectivo. Ese es el legado de este grupo que jamás tuvo intenciones de
entregar las armas para incorporarse a la vida pública y política de una
sociedad que reclama por la barbarie de sus actos.
Luego del
periodo presidencial de Álvaro Uribe, su ministro de Defensa, Juan Manuel
Santos, uno de los más acérrimos enemigos de esta organización narcoterrorista,
asumió la Presidencia, y cedió posiciones, para plantear un proceso de paz, que
permita terminar una guerra que no tendrá vencidos ni vencedores.
El legado
para el Ecuador tampoco es halagüeño: el frente sur de las FARC-EP, que se
encuentra operando en los departamentos de Putumayo y Nariño, frontera con
nuestro país, constituye la estructura narco delictiva que más aporta
económicamente al secretariado de la guerrilla, producto de la comercialización
de cocaína con los carteles mexicanos y venezolanos. Es por eso que en el 2008
el secretariado comisionó a alias Raúl Reyes para que se haga cargo de estas
estructuras y las encause hacia la lucha armada, pues ya no combatían por sus
ideales sino por las ganancias que generaba el tráfico de drogas y en donde
participaban desde los comandantes de columna hasta el último guerrillero.
El presidente
Santos plantea como solución la incorporación de los guerrilleros a la vida
pública de su país, la entrega de sus armas, la liberación de secuestrados, el
cambio de plantaciones de coca por sembríos de productos tradicionales,
subsidios, seguridad etc. La propuesta es bastante ambiciosa pero no es
práctica, peor realista, porque existe en la actualidad varias generaciones de
guerrilleros que consideran al narcotráfico como su modo de vida y sus recursos
económicos como normales. Jamás entregarán sus armas y peor aún sus
plantaciones, laboratorios y cristalizaderos.
Ante este
escenario, Colombia muy probablemente iniciará una presión militar para
eliminar los rezagos de este grupo que no quieran incorporarse a la
sociedad. Si existe una presión militar, estas estructuras
narcoterroristas buscarán refugio en las zonas fronterizas, donde desde hace
muchos años desarrollan una infiltración permanente a vista y paciencia de las
autoridades locales, mientras la población mira con desconcierto como la
frontera va cambiando su cotidianidad.
Nuestro país
no está al momento en capacidad de hacer frente a estos desbordamientos de
varias columnas guerrilleras, más aún cuando el estamento político ha iniciado
un proceso de politización y fraccionamiento de nuestras gloriosas Fuerzas
Armadas. Pasarán algunos años para poder equiparar y combatir este flagelo, sin
embargo, uno de los actores del proceso de paz colombiano, las FARC-EP ya
estará conviviendo en nuestro país con las nefastas consecuencias que esto
implica.
A corto
plazo, en Ecuador comenzarán a operar estas narco-estructuras, por lo
cual existirá no solo el problema de combatir una guerrilla externa, sino
también la proliferación de cultivos, centros de procesamiento y distribución
sin descartar el clima de terror y violencia social que se desatará.
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