martes, 22 de marzo de 2016



LAS SIETE ESTRATEGIAS DE LA REVOLUCIÓN CIUDADANA PARA DESTRUIR AL PAÍS.

Crnl. ® Mario R. Pazmiño S.
Artículo Publicado en el libro “Análisis de las repercusiones del Socialismo del Siglo XXI en la región.”

Luego de un largo camino de inestabilidad política y con el apoyo de grupos de izquierda y organizaciones indígenas, así como de partidos nacionales y extranjeros que cobijan en sus banderas los principios socialistas, Rafael Correa es proclamado como Presidente del Ecuador, tomando posesión en enero del 2007 e iniciando así un proceso de transformación fatal del Estado.

La estrategia a seguir sería la misma que se venía empleando en otros países bajo este modelo totalitario; comenzaría primero por crear una Constitución hecha a su medida y posteriormente controlaría todas las funciones del estado, pues para estos caudillos el control del poder total es todo. El ex presidente Osvaldo Hurtado en su libro “Dictaduras del Siglo XXI el caso Ecuatoriano” describe con claridad esta toma sistemática del poder.[1]

“Una vez que los autócratas del siglo XXI recibieron las amplias atribuciones que les otorgaba la nueva constitución, a través de dóciles órganos legislativos, del veto presidencial o de poderes habilitantes, armaron un enjambre de leyes en cuyas redes mantienen atrapadas a las instituciones democráticas. Mediante el sometimiento de las funciones Legislativa y Judicial y de los órganos de control, conformaron un sistema de dominación política, económica, social, electoral, cultural y comunicacional, del que se han valido para eternizarse en la presidencia y perseguir, apresar, exiliar, silenciar amilanar a críticos y opositores, a fin de que no pueda emerger ninguna alternativa política”.
Consolidado su dominio e influencia en todos los órganos del poder del Estado, la segunda etapa entraría rápidamente en vigor. Los seguidores de Heinz Dieterich han tildado de poderes fácticos a los medios de comunicación. Estos han representado el gran botín para el Socialismo del siglo XXI en la presidencia de Rafael Correa. Los mal llamados medios públicos no son otra cosa que   sistemas de comunicación al servicio del Estado en donde se genera una propaganda permanente a favor del proyecto y de su caudillo, intentando y logrando en ocasiones una imagen trastocada de la realidad para que los ingenuos espectadores crean que la Patria ya es de todos.

Repitiendo una y mil veces las mentiras, al más claro estilo del nazista Goebbels, han logrado manipular la mente de los ciudadanos y los órganos de control para brindar una imagen de transparencia, rectitud, honestidad y sobre todo la imperiosa necesidad de mantener a su caudillo como el ungido, el redentor y el salvador de un país que estaba en el abismo y que con la revolución ciudadana ha resurgido como el ave fénix.

Este totalitarismo cobijado sobre una fachada de democracia participativa extendió sus tentáculos a todos los estamentos sin respetar ninguna independencia de las funciones del estado. En este punto cabe citar las expresiones de Rafael Correa, cuando en la sabatina del 7 de marzo del 2009 en el coliseo Abel Jiménez Parra, manifestó:

“… porque el presidente de la República, escúchenme bien, no es solo el jefe del Poder Ejecutivo, es jefe de todo el Estado ecuatoriano y el Estado ecuatoriano es Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, Transparencia y Control Social, Superintendencias, Procuraduría, Contraloría, todo eso es el Estado ecuatoriano”. ¡Ignorancia crasa o desmedida ambición!
La tercera etapa del socialismo de la revolución ciudadana tiene como base la confrontación social entre clases; mientras más fragmentado y enfrentado se encuentre el pueblo existe mayor posibilidad de que este germen ideológico se implante en una sociedad. En el Ecuador del siglo XXI, según el gobierno, todo lo anterior llamado neoliberalismo está mal; las estructuras políticas representan la famosa partidocracia; los medios de comunicación son la prensa corrupta; los banqueros y empresarios son los explotadores sociales y todos los que están en contra de este remedo de proyecto ideológico son los poderes fácticos que conspiran contra el Estado.

Se habla de una democracia igualitaria con acceso a todos los beneficios del estado central, ¿pero existe verdaderamente esa igualdad que pregonan, o es solo un canto de sirenas para embaucar a los incautos? Citemos algunos ejemplos: el gobierno central se ha empeñado en desarrollar la vialidad en el país, sin embargo las arterias secundarias, en donde se encuentra los generadores de producción, continúan en el mismo abandono de todos los gobiernos. En el campo educativo se reformuló el acceso a los centros de enseñanza generando graves problemas, pues el Estado es el que decide qué carrera se debe seguir, frustrando las aspiraciones de miles de ciudadanos. El área de la salud, otro referente de este proceso de “reconstrucción”, ha caminado con paso lento, debiendo reconocer que la campaña Manuela Espejo, si bien levantó un verdadero censo de las personas discapacitadas a las que se les brindó un apoyo logístico y económico, es una muestra de la desvalorización de los profesionales ecuatorianos de la salud, pues este gobierno que   pregona diariamente el eslogan “La Patria ya es de todos”, trajo tecnólogos cubanos para que realicen este empadronamiento , como que si no existieran el número suficiente de profesionales para ejecutar esta elemental tarea. En el campo legal y de fiscalización, el país ha visto con ojos atónitos como se han exculpado a un gran número de funcionarios corruptos y se ha condenado injustamente a otros ciudadanos que no comulgan con el Socialismo del siglo XXI, acusándoles de traidores a la patria, terroristas, conspiradores etc…

La cuarta estrategia es el debilitamiento de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. En este contexto hemos visto cómo violentando la Constitución se han asignado nuevos roles institucionales, se han quitado competencias, se ha reducido el personal, se han enajenado bienes, etc. El objetivo de esta estrategia es crear una Fuerza Pública politizada y convencida para la defensa de este proyecto político. También es necesario mencionar la conformación de los denominados CDR (Comités de Defensa de la Revolución) o milicias partidistas que tienen como misión la defensa del proceso revolucionario, similares a los comités de Cuba, Nicaragua, y a las milicias bolivarianas en Venezuela.

La quinta estrategia de Rafael Correa radica en generar una imagen internacional de un país que salió del estancamiento y viaja a la modernización sin importar el endeudamiento que se tenga que realizar. En este país como lo describe el periodista Francisco Febres Cordero en su artículo titulado “El Milagroso” del 18 de mayo del 2014; “Recorre el mundo predicando el milagro ecuatoriano y, con su palabra, hace que los ciegos oigan, los sordos vean, los mudos caminen y los paralíticos coman…”
Luego de siete años de desgobierno de la mal llamada revolución ciudadana y después de su descalabro electoral en la contienda política del 2014, donde el pueblo inició un despertar que genera la pérdida en las urnas de las principales y más importantes ciudades del país, consideradas por Alianza País como bastiones de esta corriente ideológica, surge la preocupación en sus filas, quedando al descubierto que no hay líderes internos que gocen de la simpatía popular y que toda la maquinaria electoral la realizan bajo la égida de un solo autócrata, Rafael Correa Delgado. 

 El proyecto comenzó a debilitarse por lo que es necesario aplicar la sexta estrategia: la reelección indefinida, mediante la cual se materializaría la violación de la Constitución y la destrucción de la democracia, logrando la permanencia en el poder con el control y auspicio de todos los poderes del Estado.

Con estos espurios mecanismos de sumisión y control total, es necesario ampliar el nivel de influencia traspasando las fronteras y promoviendo la séptima estrategia del Socialismo del siglo XXI, la presencia internacional, que consiste en coronarse como el referente y portavoz de la región. No importa cuál sea el país o la injerencia en asuntos internos y soberanos de otros gobiernos, el objetivo es que lo reconozcan como el personaje que abandera la lucha contra el imperialismo, la partidocracia, la descontextualización de la realidad histórica del continente, el combate a los poderes fácticos representados por los medios de comunicación, el adalid de los derechos humanos, el irrespeto a los organismos internacionales y sus decisiones jurídicas o la reencarnación de personajes históricos, sin que para ello no escatime utilizar frases de terroristas asesinos como el Che Guevara, quien siempre terminaba cada ejecución o discurso con su eslogan, “ hasta la victoria siempre”.

Este es el país del Socialismo del siglo XXI llamado Ecuador, el país de la destrucción de la democracia, las libertades, los derechos, el país de la persecución a quien opina diferente, el país en donde los jueces esperan el veredicto desde otras instancias para poder hacer justicia, el país en donde no importa a cuantas generaciones dejemos endeudados para satisfacer compromisos económicos nefastos, aduciendo un cambio en el desarrollo nacional, sacrificando a pueblos y territorios ancestrales protegidos mediante acuerdos  internacionales. Este es el país en donde, por un lado criticamos a transnacionales petroleras que depredaron el medio ambiente y, por otro lado, destruimos la única reserva de biodiversidad más grande del mundo, a cambio de unos cuantos barriles de petróleo que no se quedan con el pueblo sino que se los comercializa con el imperialismo chino por treinta monedas de plata.

La pregunta que surge es, ¿qué hacer como latinoamericanos? La respuesta es muy difícil y las soluciones tienen que ser abordados por cada país en donde las sociedades tendrán que escoger entre seguir de esclavos del Socialismo del siglo XXI o iniciar un proceso de liberación; caso contrario veremos un baño de sangre en el continente que ya comenzó en Venezuela y que recorrerá desde México hasta la Patagonia.



[1] Hurtado, Osvaldo, “Dictaduras del Siglo XXI el caso Ecuatoriano” Quito, Paradiso Editores, 3ª ed, 2013, pp, 11

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