viernes, 25 de marzo de 2016


ISIS  EL CUARTO JINETE  DEL  APOCALIPSIS.

Crnl. ® Mario R. Pazmiño S.

Dos hechos históricos marcan el aparecimiento de ISIS o el Estado Islámico, la súper estructura terrorista global: el tratado de Sykes-Picot, firmado por Francia e Inglaterra en 1916, en donde se dividen las fronteras entre Siria e Irak, sin respetar la distribución de la población y sus creencias religiosas; y, sin dudarlo, la invasión estadounidense a Irak y la imposición de Occidente de un gobierno chiita, lo que nunca fue aceptado por la mayoría sunita, que constituye el 85% de la población. Estos dos momentos delimitan la zona geográfica donde desarrolla las operaciones el grupo terrorista y explica el apoyo de la población a la causa del Estado Islámico. La consecuencia: el punto de inflexión de las relaciones entre Medio Oriente y Occidente.

ISIS nació como un pequeño grupo terrorista en 1999 con el nombre de Jama’t al-Tawhid wal-Jihat. La organización del Monoteísmo y la Jihat (Guerra Santa) participan activamente contra la invasión estadounidense a Irak y se constituyen en aliados de Al-Qeada en este país. Por sus métodos de combate no convencionales y lo sanguinario de sus procedimientos de ajusticiamiento, estas dos organizaciones se separan, dando origen a su nombre actual.

El Estado Islámico propone la creación de un califato bajo la concepción teológica sunita - salafista que aglutine a todos los musulmanes en el mundo. Su máximo líder y comandante, Abu Bakr al-Baghdadi, se autoproclamó como el próximo califa que regente a su pueblo, luego de que ha pasado cerca de un siglo en que Oriente Medio no ha tenido un califato. El último data de la época del Imperio Otomano (1517-1924), de orientación sunita y que fue abolido por Turquía en 1926.

El Estado Islámico (EI) tiene como objetivos inmediatos el control de Siria e Irak, países donde su presencia y su accionar terrorista son permanentes. La toma de las principales ciudades como Mosul, Falluja, Tikrit, Baiji, Al-Sharqat, Tal Afar, Al Qaim, Rawa, Haditha en Irak y Jarablus, Al Bukamal, Manbij, Al Bab, Raqqa en Siria, entre las más importantes, no solo constituyen conquistas estratégicas en su denominada guerra santa, sino también la fuente principal de su abastecimiento logístico, de armas, pertrechos y recursos económicos. Todos los bancos y depósitos de armamento de las ciudades ocupadas han pasado a engrosar la capacidad operativa de ISIS.

El Estado Islámico es considerado a nivel global como el grupo terrorista más rico del mundo y se estima, según fuentes iraquíes, que sus fondos son de aproximadamente 2000 millones de dólares. Esta capacidad económica le permite reclutar mercenarios o simpatizantes para su lucha armada. Del total de 25.000 hombres que tiene en armas   combatiendo en Siria e Irak, 4000 son extranjeros de países como EE.UU., Francia, Reino Unido, Japón, Chile, Argentina, por citar solo unos pocos.

Este nuevo califato no solo se ha quedado en Medio Oriente, ha realizado alianzas con grupos afines como el islamista Boko Haram, que sella el avance de EI en África Occidental y otros grupos afines de Argelia, Libia y Egipto, para consolidar su posición en el norte de África.

Isis ha generado un clima de inseguridad global permanente, sus actos de terrorismo y sus apariciones en ajusticiamientos han conmocionado al mundo. No ha existido país que se libre de su maquinaria de destrucción y terror, demostrando que sus células dispersas en el mundo están en capacidad de vulnerar todo sistema de control estatal y que las reacciones gubernamentales están muy por debajo de sus acciones terroristas.


El mundo se prepara para recibir al cuarto jinete de la apocalipsis con devastadoras consecuencias, donde la guerra convencional se quedó en los libros, para dar paso a la guerra asimétrica cuyo objetivo es crear una sociedad temerosa, insegura y un estado incapaz de brindar protección.

martes, 22 de marzo de 2016



LAS SIETE ESTRATEGIAS DE LA REVOLUCIÓN CIUDADANA PARA DESTRUIR AL PAÍS.

Crnl. ® Mario R. Pazmiño S.
Artículo Publicado en el libro “Análisis de las repercusiones del Socialismo del Siglo XXI en la región.”

Luego de un largo camino de inestabilidad política y con el apoyo de grupos de izquierda y organizaciones indígenas, así como de partidos nacionales y extranjeros que cobijan en sus banderas los principios socialistas, Rafael Correa es proclamado como Presidente del Ecuador, tomando posesión en enero del 2007 e iniciando así un proceso de transformación fatal del Estado.

La estrategia a seguir sería la misma que se venía empleando en otros países bajo este modelo totalitario; comenzaría primero por crear una Constitución hecha a su medida y posteriormente controlaría todas las funciones del estado, pues para estos caudillos el control del poder total es todo. El ex presidente Osvaldo Hurtado en su libro “Dictaduras del Siglo XXI el caso Ecuatoriano” describe con claridad esta toma sistemática del poder.[1]

“Una vez que los autócratas del siglo XXI recibieron las amplias atribuciones que les otorgaba la nueva constitución, a través de dóciles órganos legislativos, del veto presidencial o de poderes habilitantes, armaron un enjambre de leyes en cuyas redes mantienen atrapadas a las instituciones democráticas. Mediante el sometimiento de las funciones Legislativa y Judicial y de los órganos de control, conformaron un sistema de dominación política, económica, social, electoral, cultural y comunicacional, del que se han valido para eternizarse en la presidencia y perseguir, apresar, exiliar, silenciar amilanar a críticos y opositores, a fin de que no pueda emerger ninguna alternativa política”.
Consolidado su dominio e influencia en todos los órganos del poder del Estado, la segunda etapa entraría rápidamente en vigor. Los seguidores de Heinz Dieterich han tildado de poderes fácticos a los medios de comunicación. Estos han representado el gran botín para el Socialismo del siglo XXI en la presidencia de Rafael Correa. Los mal llamados medios públicos no son otra cosa que   sistemas de comunicación al servicio del Estado en donde se genera una propaganda permanente a favor del proyecto y de su caudillo, intentando y logrando en ocasiones una imagen trastocada de la realidad para que los ingenuos espectadores crean que la Patria ya es de todos.

Repitiendo una y mil veces las mentiras, al más claro estilo del nazista Goebbels, han logrado manipular la mente de los ciudadanos y los órganos de control para brindar una imagen de transparencia, rectitud, honestidad y sobre todo la imperiosa necesidad de mantener a su caudillo como el ungido, el redentor y el salvador de un país que estaba en el abismo y que con la revolución ciudadana ha resurgido como el ave fénix.

Este totalitarismo cobijado sobre una fachada de democracia participativa extendió sus tentáculos a todos los estamentos sin respetar ninguna independencia de las funciones del estado. En este punto cabe citar las expresiones de Rafael Correa, cuando en la sabatina del 7 de marzo del 2009 en el coliseo Abel Jiménez Parra, manifestó:

“… porque el presidente de la República, escúchenme bien, no es solo el jefe del Poder Ejecutivo, es jefe de todo el Estado ecuatoriano y el Estado ecuatoriano es Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, Transparencia y Control Social, Superintendencias, Procuraduría, Contraloría, todo eso es el Estado ecuatoriano”. ¡Ignorancia crasa o desmedida ambición!
La tercera etapa del socialismo de la revolución ciudadana tiene como base la confrontación social entre clases; mientras más fragmentado y enfrentado se encuentre el pueblo existe mayor posibilidad de que este germen ideológico se implante en una sociedad. En el Ecuador del siglo XXI, según el gobierno, todo lo anterior llamado neoliberalismo está mal; las estructuras políticas representan la famosa partidocracia; los medios de comunicación son la prensa corrupta; los banqueros y empresarios son los explotadores sociales y todos los que están en contra de este remedo de proyecto ideológico son los poderes fácticos que conspiran contra el Estado.

Se habla de una democracia igualitaria con acceso a todos los beneficios del estado central, ¿pero existe verdaderamente esa igualdad que pregonan, o es solo un canto de sirenas para embaucar a los incautos? Citemos algunos ejemplos: el gobierno central se ha empeñado en desarrollar la vialidad en el país, sin embargo las arterias secundarias, en donde se encuentra los generadores de producción, continúan en el mismo abandono de todos los gobiernos. En el campo educativo se reformuló el acceso a los centros de enseñanza generando graves problemas, pues el Estado es el que decide qué carrera se debe seguir, frustrando las aspiraciones de miles de ciudadanos. El área de la salud, otro referente de este proceso de “reconstrucción”, ha caminado con paso lento, debiendo reconocer que la campaña Manuela Espejo, si bien levantó un verdadero censo de las personas discapacitadas a las que se les brindó un apoyo logístico y económico, es una muestra de la desvalorización de los profesionales ecuatorianos de la salud, pues este gobierno que   pregona diariamente el eslogan “La Patria ya es de todos”, trajo tecnólogos cubanos para que realicen este empadronamiento , como que si no existieran el número suficiente de profesionales para ejecutar esta elemental tarea. En el campo legal y de fiscalización, el país ha visto con ojos atónitos como se han exculpado a un gran número de funcionarios corruptos y se ha condenado injustamente a otros ciudadanos que no comulgan con el Socialismo del siglo XXI, acusándoles de traidores a la patria, terroristas, conspiradores etc…

La cuarta estrategia es el debilitamiento de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. En este contexto hemos visto cómo violentando la Constitución se han asignado nuevos roles institucionales, se han quitado competencias, se ha reducido el personal, se han enajenado bienes, etc. El objetivo de esta estrategia es crear una Fuerza Pública politizada y convencida para la defensa de este proyecto político. También es necesario mencionar la conformación de los denominados CDR (Comités de Defensa de la Revolución) o milicias partidistas que tienen como misión la defensa del proceso revolucionario, similares a los comités de Cuba, Nicaragua, y a las milicias bolivarianas en Venezuela.

La quinta estrategia de Rafael Correa radica en generar una imagen internacional de un país que salió del estancamiento y viaja a la modernización sin importar el endeudamiento que se tenga que realizar. En este país como lo describe el periodista Francisco Febres Cordero en su artículo titulado “El Milagroso” del 18 de mayo del 2014; “Recorre el mundo predicando el milagro ecuatoriano y, con su palabra, hace que los ciegos oigan, los sordos vean, los mudos caminen y los paralíticos coman…”
Luego de siete años de desgobierno de la mal llamada revolución ciudadana y después de su descalabro electoral en la contienda política del 2014, donde el pueblo inició un despertar que genera la pérdida en las urnas de las principales y más importantes ciudades del país, consideradas por Alianza País como bastiones de esta corriente ideológica, surge la preocupación en sus filas, quedando al descubierto que no hay líderes internos que gocen de la simpatía popular y que toda la maquinaria electoral la realizan bajo la égida de un solo autócrata, Rafael Correa Delgado. 

 El proyecto comenzó a debilitarse por lo que es necesario aplicar la sexta estrategia: la reelección indefinida, mediante la cual se materializaría la violación de la Constitución y la destrucción de la democracia, logrando la permanencia en el poder con el control y auspicio de todos los poderes del Estado.

Con estos espurios mecanismos de sumisión y control total, es necesario ampliar el nivel de influencia traspasando las fronteras y promoviendo la séptima estrategia del Socialismo del siglo XXI, la presencia internacional, que consiste en coronarse como el referente y portavoz de la región. No importa cuál sea el país o la injerencia en asuntos internos y soberanos de otros gobiernos, el objetivo es que lo reconozcan como el personaje que abandera la lucha contra el imperialismo, la partidocracia, la descontextualización de la realidad histórica del continente, el combate a los poderes fácticos representados por los medios de comunicación, el adalid de los derechos humanos, el irrespeto a los organismos internacionales y sus decisiones jurídicas o la reencarnación de personajes históricos, sin que para ello no escatime utilizar frases de terroristas asesinos como el Che Guevara, quien siempre terminaba cada ejecución o discurso con su eslogan, “ hasta la victoria siempre”.

Este es el país del Socialismo del siglo XXI llamado Ecuador, el país de la destrucción de la democracia, las libertades, los derechos, el país de la persecución a quien opina diferente, el país en donde los jueces esperan el veredicto desde otras instancias para poder hacer justicia, el país en donde no importa a cuantas generaciones dejemos endeudados para satisfacer compromisos económicos nefastos, aduciendo un cambio en el desarrollo nacional, sacrificando a pueblos y territorios ancestrales protegidos mediante acuerdos  internacionales. Este es el país en donde, por un lado criticamos a transnacionales petroleras que depredaron el medio ambiente y, por otro lado, destruimos la única reserva de biodiversidad más grande del mundo, a cambio de unos cuantos barriles de petróleo que no se quedan con el pueblo sino que se los comercializa con el imperialismo chino por treinta monedas de plata.

La pregunta que surge es, ¿qué hacer como latinoamericanos? La respuesta es muy difícil y las soluciones tienen que ser abordados por cada país en donde las sociedades tendrán que escoger entre seguir de esclavos del Socialismo del siglo XXI o iniciar un proceso de liberación; caso contrario veremos un baño de sangre en el continente que ya comenzó en Venezuela y que recorrerá desde México hasta la Patagonia.



[1] Hurtado, Osvaldo, “Dictaduras del Siglo XXI el caso Ecuatoriano” Quito, Paradiso Editores, 3ª ed, 2013, pp, 11

sábado, 19 de marzo de 2016



LA PAZ COLOMBIANA QUE INQUIETA A ECUADOR

Crnl.® Mario R. Pazmiño Silva

El conflicto colombiano está llegando a su fin, según lo anuncia el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, hecho que toda la comunidad internacional celebra, porque significa el cese de las hostilidades, donde el único afectado ha sido pueblo. Pero, ¿qué implica para Ecuador este proceso donde hemos visto un sinnúmero de altibajos en el cual no solo las partes involucradas participaron, sino también otros países, organizaciones internacionales y actores políticos?

Primero hagamos un rápido recorrido sobre las FARC-EP: nacieron en las montañas de Marquetalia, con una visión de transformación político-social amparada en las consignas ideológicas de un socialismo que para aquella época estaba en su apogeo. Su accionar subversivo rápidamente le hizo dejar sus ideales de cambiar el país e ingresar en la epidemia global del narcotráfico. Sus cinco décadas de existencia ha sido nefasta, por los miles de muertos, heridos, secuestrados, desplazados y porque hundió a Colombia en la violencia, la inseguridad y el temor colectivo. Ese es el legado de este grupo que jamás tuvo intenciones de entregar las armas para incorporarse a la vida pública y política de una sociedad que reclama por la barbarie de sus actos.

Luego del periodo presidencial de Álvaro Uribe, su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, uno de los más acérrimos enemigos de esta organización narcoterrorista, asumió la Presidencia, y cedió posiciones, para plantear un proceso de paz, que permita terminar una guerra que no tendrá vencidos ni vencedores.

El legado para el Ecuador tampoco es halagüeño: el frente sur de las FARC-EP, que se encuentra operando en los departamentos de Putumayo y Nariño, frontera con nuestro país, constituye la estructura narco delictiva que más aporta económicamente al secretariado de la guerrilla, producto de la comercialización de cocaína con los carteles mexicanos y venezolanos. Es por eso que en el 2008 el secretariado comisionó a alias Raúl Reyes para que se haga cargo de estas estructuras y las encause hacia la lucha armada, pues ya no combatían por sus ideales sino por las ganancias que generaba el tráfico de drogas y en donde participaban desde los comandantes de columna hasta el último guerrillero.

El presidente Santos plantea como solución la incorporación de los guerrilleros a la vida pública de su país, la entrega de sus armas, la liberación de secuestrados, el cambio de plantaciones de coca por sembríos de productos tradicionales, subsidios, seguridad etc. La propuesta es bastante ambiciosa pero no es práctica, peor realista, porque existe en la actualidad varias generaciones de guerrilleros que consideran al narcotráfico como su modo de vida y sus recursos económicos como normales. Jamás entregarán sus armas y peor aún sus plantaciones, laboratorios y cristalizaderos.

Ante este escenario, Colombia muy probablemente iniciará una presión militar para eliminar los rezagos de este grupo que no quieran incorporarse a la sociedad.  Si existe una presión militar, estas estructuras narcoterroristas buscarán refugio en las zonas fronterizas, donde desde hace muchos años desarrollan una infiltración permanente a vista y paciencia de las autoridades locales, mientras la población mira con desconcierto como la frontera va cambiando su cotidianidad.

Nuestro país no está al momento en capacidad de hacer frente a estos desbordamientos de varias columnas guerrilleras, más aún cuando el estamento político ha iniciado un proceso de politización y fraccionamiento de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas. Pasarán algunos años para poder equiparar y combatir este flagelo, sin embargo, uno de los actores del proceso de paz colombiano, las FARC-EP ya estará conviviendo en nuestro país con las nefastas consecuencias que esto implica.

A corto plazo, en Ecuador comenzarán a operar estas narco-estructuras, por lo cual existirá no solo el problema de combatir una guerrilla externa, sino también la proliferación de cultivos, centros de procesamiento y distribución sin descartar el clima de terror y violencia social que se desatará.

         

martes, 8 de marzo de 2016



¿La Cúpula Militar defiende al país o un partido político?

Crnl. ® Mario R. Pazmiño S.


 “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla” No hay mejor frase que esta, la del Gral. San Martín, para iniciar una reflexión muy importante en estos días, en donde los intereses personales están por encima de los principios éticos y morales que deberían adornar a un militar.

Es verdad que los soldados vivimos de tradiciones y simbolismos, por eso, para nosotros, el juramento de defender nuestra Patria es lo más sagrado. Defenderla no solo significa su soberanía o su integridad territorial, implica también velar por nuestros conciudadanos, defender sus derechos y sus libertades, los principios democráticos y la Constitución vigente.

No es misión de un soldado defender una ideología trastocada, como la del Socialismo del siglo XXI, o a un partido político o a un caudillo populista. Hacerlo implica la destrucción de la democracia, convertir a nuestras gloriosas Fuerzas Armadas en milicias partidistas o fuerzas de choque que atenten contra nuestro pueblo.

La obediencia ciega de las órdenes no exime de responsabilidad. Algunos creen que por ostentar un grado y un cargo pasajero dentro del mando militar e inclinar su cerviz ante el dictador les librará del escarnio popular, institucional y nacional, pero están equivocados.  Serán una deshonra permanente para las Fuerzas Armadas, que les confió su destino y su tradición, y para ellos mismos por permitir que las humillen, las vejen, manteniendo un indolente silencio y con la mirada al piso.

Líder no es quien adula a sus jefes y sirve de alfombra para que pisoteen a la institución que juraron defender. Es líder quien vela por sus compañeros y sus subordinados, quien se preocupa por su bienestar y si fuera del caso pone a disposición su puesto y sus prebendas por su institución; a esa persona sus soldados lo siguen, sin que esté en servicio activo o pasivo; ellos saben que jamás los va a traicionar.      

Un mando militar que pisoteó su institución para cobijarse bajo el estandarte de un partido político no merece portar el uniforme de este Ejército vencedor; sus acciones serán juzgadas y las generaciones venideras los colocarán como referente de lo que es anteponer los beneficios personales antes que los intereses nacionales. 


Un general que pide disculpas en el casino de un recinto militar al supuesto “comandante en jefe”, cuando no pudo defender y permaneció callado mientras en su propia casa humillaba a su Institución y compañeros de armas, no es digno de llamarse Comandante General. Los militares sí vivimos de tradiciones y simbolismos, pero sobre todo llevamos impregnado en nuestras mentes y corazones ese tricolor sagrado que flamea por una Patria más digna y equitativa, de derechos y libertades para nuestros compatriotas.