SUEÑO CON UN PAÍS
Mario R. Pazmiño S.
Cada día nuestro país camina al
cadalso y sus ciudadanos vemos con impavidez ese recorrido mortuorio. ¿Es que
acaso no nos importa lo que va a pasar en el futuro o nuestros sueños ya fueron
pisoteados por un gobierno totalitario que quiere perpetuarse en el poder?
¿Hemos perdido la esperanza o ya nos quitaron el derecho a poder soñar? Yo
quiero seguir soñando, como miles de ciudadanos, en una patria altiva y, por
eso, participo de este ideal de un país mejor.
Yo quiero un país donde el presidente
no persiga por opinar diferente, que no insulte, que acepte las críticas como
un estadista, que no utilice el poder que el pueblo le confió para imponer
temor en los ciudadanos, que no difame para descalificar a sus adversarios, que
no use los medios de comunicación públicos para hacerse propaganda y, peor aún,
para linchar mediáticamente a sus opositores. Quiero un país donde no se cambie
de discurso de acuerdo a las conveniencias de los funcionarios gubernamentales;
un país de confraternidad entre ciudadanos, sin divisionismos o
enfrentamientos, producto de los intereses de los caudillos.
Sueño con un país donde se respete lo
nuestro y a nuestra gente, donde no se traiga a supuestos expertos para ocupar
vacantes que este gobierno apertura con el despido de masivo de nuestros
profesionales; que cada persona escoja la universidad y la carrera que quiera;
que las madres no tengan que hacer largas colas por un cupo en una escuela o
colegio para sus hijos; que el enfermo tenga acceso a atención digna y
medicamentos gratuitos y no mendigue un turno o una medicina.
Quiero para mis hijos un país donde
no se hipoteque sus aspiraciones con endeudamientos internacionales, donde se
respete la naturaleza y su habitad, donde la tierra sea para quien la trabaja y
no para la argolla política de turno, donde no impongan impuestos para cubrir
el mal manejo económico del gobierno, donde las reservas de oro en el exterior
sean sagradas y no de libre disponibilidad, dependiendo del genio con que el
autócrata se levante.
Aspiro un país donde la justicia sea
para todos, sin distinción de raza condición económica o credo, y no solo para
los allegados al gobierno, donde no se compre a jueces y fiscales a cambio de
un fallo o una sentencia, donde por protestar no te llamen terrorista, donde se
elijan a funcionarios judiciales por sus méritos y no por su afinidad política
o de sangre, donde no importe que relación se tiene con el presidente para ser
juzgado, donde no se generen artículos legales que beneficien al narcotráfico o
a la delincuencia. Quiero un Estado donde se respete la Constitución y sus
leyes.
Sueño con un país en el cual el
presidente, los ministros, los jueces, los asambleístas no cobren un sueldo y
que su trabajo sea considerado como un servicio a la comunidad, un honor; donde
nadie quiera enquistarse indefinidamente en el poder, donde para ocupar un
cargo público el funcionario tenga título de cuarto nivel y esté capacitado
para ejercer ese cargo.
Sueño que mi Patria sea respetada y
conocida internacionalmente por su trabajo, su gente, su cultura, su espíritu
de superación y no por la opresión a su pueblo; donde las doctrinas extintas,
como el socialismo, no sean usadas como bandera de lucha.
Nuestra Patria hoy nos necesita para
lograr materializar estos sueños y hacer una sociedad más justa, donde las
nuevas generaciones tengan la oportunidad de crecer libres y no como un pueblo
de esclavos a los intereses particulares del gobierno de turno.
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