EL CORRUPTO NO ES MI ENEMIGO, ES MI SOCIO Y MI AMIGO
Crnl. ® Mario R. Pazmiño Silva
Dos antiguas frases pueden aplicarse para entender lo
ocurrido alrededor de la elección de las autoridades de la Asamblea Nacional.
El primero es árabe y dice: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y sirve para
mostrar que los ofrecimientos de campaña, aquellos que hablaron sobre el
combate a la corrupción, quedaron solo en eso, porque primaron los intereses
personales o partidistas.
El otro refrán, de Nicolás Maquiavelo, “La política es
el arte de engañar”, no puede ser más exacto y aplicable a lo ocurrido, y no se
equivocó, parece que el italiano habría vivido y participado de los diferentes
vericuetos legislativos en la Asamblea Ecuatoriana. Estas frases no pierden
vigencia más bien se han fortalecido con la destrucción de la ética y la moral
que son parte de los atributos que adorna a algunos de los anteriores y
actuales legisladores.
Hay que tender puentes, se debe dialogar, llevar la
fiesta en paz, evitar la confrontación y tenemos que unirnos, son grandes verdades,
esa es la democracia en sociedades en donde lo que se ofrece se cumple, donde
se combate frontalmente a la corrupción venga de donde venga, donde el corrupto
no es mi amigo es mi enemigo y con el enemigo no se dialoga se lo combate.
Los acuerdos se hacen y se deshacen esa es una
realidad de la política, por ello lo que acabamos de presenciar en la Asamblea
Nacional, la conformación de una mayoría difusa pegada con resentimientos
ambiciones partidistas e intereses personales, se disolverá tan rápidamente
como se formó y volverá a aparecer el hombre del maletín, para dar fortaleza a
estas alianzas móviles a fin de alcanzar un bien mayor la gobernabilidad, graficada
con pinceladas de corrupción e impunidad.
Aprovecha la ingenuidad de tu enemigo, hazle creer que
tienes una alianza, mientras por debajo prepara el terreno, organiza tus
fuerzas, aprovecha el espacio de poder alcanzado y prepara la desestabilización
sin que tu supuesto aliado vea de donde viene la puñalada para destruirlo.
Este es el escenario pintoresco de un país fragmentado, con altos niveles de corrupción y un proceso de desestabilización en marcha. Así, día a día se carcome la esperanza de un pueblo que quiere apoyar la transformación nacional y romper la influencia del socialismo, sin claudicar en sus principios e ideales de justicia, transparencia y democracia.