La reunión en la fábrica de conspiraciones de Lumbisí
Crnl. Mario R. Pazmiño S.
En una pequeña localidad quiteña llamada Lumbisí, donde funciona la fábrica de las conspiraciones, se materializaría la reunión tan esperada entre los antiguos aprendices de pesquisas criollos del correísmo y los nuevos súper agentes del recontra espionaje también criollos.
Era el martes 13 de octubre de 2020, un día marcado por la superstición que inquietaba y preocupaba a los super exagentes de inteligencia, quienes habían propuesto inicialmente tener la reunión el lunes 12, pero las feministas y los dirigentes indígenas armaron el relajo y se convulsionó el escenario. El reloj Rolex de Ronny marcaba las 09:00. Se apresuró a salir de la urbanización exclusiva donde vive cerca de Cumbayá, en su carro recién adquirido, un Mitsubishi de color negro full equipo que, a su criterio de pesquisa, marca su estatus de exdirector del holding de las conspiraciones.
Agazapado entre el tráfico y esperando que todos estén ocupados para que no perciban su presencia, Ronny había llamado antes de su llegada para ingresar sin ningún control en la garita y rogar que apaguen las cámaras. No quería dejar pruebas de esta importante reunión para los intereses del cuentero de Carondelet que, preocupado desde un altillo en Bélgica, ultimaba los detalles con su ex guardaespaldas, a quien le daba las directrices de lo que tenía que tratar con el super agente y actual regente de la fábrica de Lumbisí.
Ronny llegó a las 09:57, con la mirada baja y paso rápido, volteaba constantemente hacia atrás para ver si alguien lo seguía. Ingresó al despacho del gerente de la fábrica. Allí ya estaban sus antiguos amigos y los asesores de producción de intrigas, comercialización de rumores, márquetin para alterar verdades y resultados. En definitiva, todo el staff de la conspiración quería sesionar, y se mostraba ansioso, nervioso, por escuchar las últimas disposiciones del encantador de borregos.
El encuentro se alargó hasta las 15:00. Todos escuchaban embobados a Ronny, el títere del Mashi, que repetía como lora las disposiciones recibidas. Nadie cuestionaba y confiaban que esta reunión no tenga fugas de información.
Sirvieron algunos refrigerios para calmar la sed y la calentura política del momento. Asumieron el compromiso de cumplir las tareas encomendadas bajo el juramento “Patria, Socialismo o Muerte” y se despidieron bajo la misma clandestinidad. Todo había salido perfecto: nadie se dio cuenta de la reunión, todo se compartimentó y se mantuvo en secreto. Las cámaras seguían apagadas y los guardias de la garita se hacían los locos. Sabían que Lenin y María Paula no podían enterarse de esta reunión, porque sus cabezas rodarían y la fábrica podría cambiar de conspirador.
Ronny salió satisfecho y rápidamente llamó por su teléfono encriptado a su jefe para indicarle los acuerdos alcanzados. La ingenuidad de estos aprendices de pesquisas criollos es atrevida, creer que se puede tapar la verdad con un dedo, sin imaginarse que no hay nada oculto bajo el sol es tener un razonamiento muy infantil.
La fábrica de conspiradores quiere apoyar al retorno del encantador de borregos al poder. En Absurdistan todo es factible. Los gobernantes no tienen idea que en sus narices confabulan en su contra o de pronto se hacen los pendejos
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