sábado, 31 de octubre de 2020

 

América latina la joya codiciada de occidente

Crnl. ®️ Mario R. Pazmiño Silva


La tesis Malthusiana habla claramente de lo que le espera a la humanidad a corto plazo. Esta teoría hace una comparación entre el crecimiento de la población que es en forma geométrica y la generación de productos para satisfacer las necesidades que representa un crecimiento matemático. Este vaticinio realista, que lo planteo en 1803 el erudito británico Robert Malthus, ha preocupado a diferentes potencias globales, que luego de exterminar o agotar sus recursos, han vuelto su mirada hacia nuevos horizontes, donde débiles democracias y corruptos gobernantes permiten que estos depredadores globales comiencen a festinar sus recursos naturales.

Varias potencias mundiales han puesto su mirada y su interés económico y geopolítico en nuestra región de cuencas hídricas importantes para el planeta y buscan sacar ventajas en los países dueños de las mismas a cambio de unas pocas monedas de plata.

China, Rusia, Turquía e Irán constituyen algunas de las potencias de Medio Oriente que desde hace algunas décadas consiguieron penetrar América Latina (AL) con el apoyo del socialismo del siglo XXI y de gobernantes corruptos que privilegiaron su bienestar, empeñando el desarrollo nacional. 

China ha desarrollado, durante las dos últimas décadas, 97 megaproyectos a un costo aproximado de $ 90.000 millones y se constituye en el mayor inversionista y prestamista de América Latina. Su influencia pasó de ser de un simple prestador de servicios y de recursos al más importante aliado estratégico de los países latinoamericanos.

China no solo tiene el control de los recursos de los países sino también de sus gobiernos y dirigentes, la mayoría de los cuales negociaron con sobreprecios los contratos con el dragón asiático. 

La segunda potencia mundial aprovechó la euforia de una ideología socialista que no entendían los sudamericanos y apoyó a gobiernos de ese corte para que tomen el poder y, posteriormente, les pasó la factura en los contratos multimillonarios con los que se benefició.  

Rusia, otra potencia mundial, tampoco quiere dejar este territorio sin marcar su presencia y, desde 2008, compite con los otros devastadores globales. Su interés, al igual que el de China, es decirle a los Estados Unidos que los intereses geopolíticos en América Latina son de los que hacen presencia e invierten en la región. Rusia ha dado preponderancia a la venta de armamento, la explotación petrolera, los proyectos mineros, las termoeléctricas y los préstamos para los países regionales.

Irán, con varios contratos secretos en Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador (25 firmados en el tiempo de Correa que hasta la presente fecha no se desclasifican) y Turquía tratan, por otro lado, de influir por medio de sus postulados islamistas, en los países en donde el socialismo y los procesos revolucionarios han tenido éxito en la región. 

Los intereses geopolíticos no respetan fronteras y más aún si lo que está en juego es la supervivencia de su población. La guerra por los recursos naturales se está librando desde hace mucho tiempo atrás, pero la visón obtusa de la mayoría de los gobernantes no lo percibe, hasta que la teoría malthusiana demuestre que estamos en extinción.  

El continente de la esperanza no solo tiene que luchar contra una pandemia sino también contra los depredadores globales que cada día buscan en gobiernos sin principios nacionalistas la devastación de sus recursos. 

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