martes, 21 de mayo de 2019


¿Quién gobierna Venezuela?
Crnl. ® Mario R. Pazmiño Silva.



El bolivarianismo, la estrategia chavista para seducir a los incautos mientras se tomaban el poder y saqueaban el país, dependía de la penetración sistemática de las Fuerzas Armadas. Y esta penetración tenía como fin transformarlas en un Ejército represor, que defendiera la revolución socialista.
El fallido golpe de Estado en contra de Hugo Chávez, gestado por militares y organizaciones sociales el 11 de abril del 2002, constituyó el punto de inflexión del chavismo y el de partida, tanto para la transformación de las Fuerzas Armadas, como para la conformación de un Ejército paralelo, llamado los Círculos Bolivarianos. Hugo Chávez comprendió que pertenecer a las Fuerzas Armadas Bolivarianas no le garantizaba su lealtad ni su permanencia en el poder, por lo que con la asesoría de la inteligencia cubana (G-2) diseñaron un proceso de adoctrinamiento y conversión de la institución militar tradicional en una milicia revolucionaria al servicio del gobierno chavista.
La mejor forma de reclutar a sus compañeros de armas, por parte del gobierno de Chávez, fue vía incentivos que los comprometía y generaba una dependencia y agradecimiento por los cargos: recursos, viajes, prebendas, sueldos, condecoraciones, etc. La milicia venezolana rápidamente se vio deslumbrada por la corrupción, las lisonjas y por su nuevo papel en la administración gubernamental. De lado quedaron los juramentos de defensa de las libertades y los derechos que hicieron a su pueblo. La descomposición estaba ya en sus filas.
Las Fuerzas Armadas han sido corrompidas hasta el punto de no retorno. Alrededor suyo hay acusaciones de corrupción, asesinatos, violaciones de Derechos Humanos, narcotráfico… Hoy, se puede decir, se trata de una milicia que ya no responde a los intereses nacionales sino al crimen organizado y los gobernantes de un estado fallido llamado Venezuela.
La muerte de Chávez generó las pugnas internas por el poder y el inicio del fraccionamiento institucional. Los militares, acostumbrados por dos décadas a cogobernar y saquear las arcas fiscales, no podían ni querían dejar el botín o ceder posiciones. El camino entonces fue llegar a acuerdos para una coexistencia pacífica con el gobierno de Nicolás Maduro, quien mantuvo las prebendas y no intervino en los negocios ilícitos de los militares. A cambio ha tenido respaldo institucional armado ante posibles escenarios de desestabilización internos o de la comunidad internacional.
El fallido levantamiento cívico-militar del presidente interino Juan Guaidó y un puñado de militares inconformes, confirma lo antes dicho. Además de que la medida no estuvo bien planificada y el resultado es el conocido, a más de la gran expectativa internacional y un desconcierto e insatisfacción nacionales los escenarios no se modificaron.


Esto no significa que Maduro consolidó su poder, sino que quien ostenta el control del Estado en Venezuela son las Fuerzas Armadas Bolivarianas, que mantienen a Maduro y pueden negociar con Guaidó. 
La crisis venezolana no se solucionará, porque quienes manejan los hilos del poder son los militares. Y ellos no están siendo consultados en este proceso. Las negociaciones que se vienen realizando en Oslo (Noruega) no prosperarán porque el actor principal, el dirimente, “la milicia bolivariana” no está convocada y sin su beneplácito nada ni nadie podrá alterar por la vía del dialogo los escenarios.